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La carta del clan Pie de piedra

Respetado Durin

Septiembre del 608

De tu primo por linaje materno Kovlak Skrumm

 

Pocos conocen esta historia, y cada vez son menos, dada nuestra actual situación. Asediados por los orcos desde hace meses, los recursos son escasos y la hambruna nos debilita. Los accesos están bien defendidos, pero el acoso de las despreciables criaturas es constante, siempre atareados y tratando de hacernos daño. La moral de nuestra gente es baja, sabedores de que una ayuda exterior es practicamente imposible. Los mensajes a Gathol partieron hace tiempo; cierto es que quizás nos demoramos en enviarlos, pues ya desde el principio, cuando se observó un aumento de la actividad de los orcos, pudimos pedir la ayuda, pero pocos pensaron que las cosas pudieran torcerse tanto en tan poco tiempo.

Los orcos han sido un problema desde hace milenios, tras la guerra de los dioses que narran los ancestrales grabados en nuestro gran templo a Cutzu, en nuestro asentamiento principal. El gran grabado muestra como los dioses se enfrentaron, y se ve a Mari furiosa señalando a Sefra, al lado de un jardin en penumbra, y de como Sefra permanece cruzado de brazos con mirada funesta. Al lado está Verixus, que parece intermediar, y hay un breve discurso en runas de nuestra amada lengua, que dice: "la oscuridad es necesaria para la gran obra de todos, las criaturas deben tener un momento para recogerse y descansar". El siguiente grabado muestra a los dioses luchando, acompañado de muchas criaturas cada bando, y se ven orcos luchando con Sefra, y se ve que el bando de Mari y Jari es el vencedor. En el penúltimo grabado se ve a un Sefra acosado y herido abriendo la tierra y creando una gran oscuridad, donde se refugia con algunos de los suyos. Los vencedores no le persiguen allí. El último grabado muestra la grieta, y orcos saliendo de ella.

Te preguntarás porque te cuento estas antiguas historias. Los hombre de fe de nuestro clan siempre han sostenido que nuestro clan fue el único que participó en esa guerra, y lo hizo luchando en el bando de Mari. Tras la victoria nos asentamos en la región, pues los vencedores premiaron a todos los que le ayudaron. Son viejas historias, pero no deben ser olvidadas. De aquellos barros, estos lodos, como solemos decir los Pie de Piedra. 

Pero me estoy yendo por las ramas. Nuestra presencia en la región siempre ha sido sólida e incontestable. Hemos visto crecer reinos humanos en las faldas de nuestras montañas, y cómo las viejas rutas con los otros clanes enanos se volvían más complicadas. Los idrios y los koraanitas no son gentes de trato fácil, aunque hemos comerciado con ellos desde que existen. Los humanos siempre serán mejores granjeros que nosotros. Por otro lado, los orcos han sido una constante molestia desde hace innumerables generaciones, pero enfrentarse a esas tribus atrasadas nunca fue muy complicado y han sido numerosas las gestas que han añadido prestigio a nuestro clan, gestas en las que han participado voluntarios venidos de otros clanes desde siempre y que forman parte de nuestra memoria desde la época de las leyendas. Pero en los últimos tiempos las cosas han cambiado. Los orcos comenzaron a usar magia y otras artimañas, se apreció una mejora en su armamento y tácticas de guerra, y se observó con horror que empezaron a hacerse acompañar por nuevas y horribles criaturas. Mantener los emplazamientos del clan primero comenzó a ponerse complicado, después hubo que abandonar los más avanzados hacia oriente, y después pasamos directamente a tener que defender nuestros lugares más sagrados. Los orcos eran cada vez más numerosos, más elaboradas sus tácticas y más amplios sus recursos.

 

Muchos nos hacíamos preguntas, por eso capturamos a algunos de ellos vivos tras una escaramuza. Lo que uno de ellos nos contó nos hizo enfurecer: su líder era un humano, un idrio llamado Zarquino, practicante de brujería para más señas. El tal Zarquino tenía grandes planes para sus criaturas, no sólo les entrenó y les enseñó artes e industrias, su idea en resumidas cuentas era moldear esas tribus salvajes en un arma mortífera que se lanzase sobre Nordria, plan que nos pareció descabellado. Pero algunos dijeron que nuestra ruta secreta por los hielos, esa que comienza al extremo de una larga galería que excavamos hasta la llanura de Morgalis y que utilizábamos para mantener contacto con nuestros hermanos y con el clan de nuestro rey, era lo que buscaba en realidad Zarquino, y encajaba con sus planes. Había informes desde hacía tiempo sobre orcos capturando vivos a los nuestros. Sus sospechas quedaron fundadas cuando recibimos el mensaje del propio Zarquino. Prometía una tregua si le dábamos un mapa con la ruta de los hielos. Y aceptamos, desesperados que estábamos. Cumplimos y le dimos un mapa con la ruta. Pero el idrio nos traicionó, y dos semanas después redobló los ataques. Según escribo estas líneas, que llevará hasta tí mi propio hermano, suenan los tambores de los orcos ya dentro de nuestras bóvedas. La última batalla es inminente. Que Cutzu nos proteja.

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