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Era un 14 de julio, muy pronto por la mañana, ni siquiera asomaban las primeras luces. Nos habían dado ración doble y habíamos descansado bien. Había rumores sobre escasez de suministros, pero allí estábamos, con el doble de gachas y buen tocino, algo raro de ver en el menú. Se daba forraje a los caballos, se encendían hogueras, mensajeros a caballo pasaban al trote de vez en cuando. Había mucha agitación, por todos lados había actividad.

Al alba íbamos a atacar a los nordrios, por fin se iba a producir la colisión. El jarl de Celtae había dado la orden. La compañía de infantería de la Orden de los Compañeros recibió las instrucciones del Gran Compañero Orso, nuestro alférez mayor, un tipo barbudo de inmensa estatura y voz atronadora. Los soldados temían a ese individuo, pocos se atrevían a hablar mal de él, a pesar de las quejas de algunos sobre la poca presencia de grandes compañeros en toda la campaña. Pero cuando nombraron a dos de los mejores soldados gran compañero, muchos se dieron por satisfechos. Entramos hace semanas temerosos en Nordria, el reino misterioso y temible que derrocó al antiguo imperio, cuyos guerreros se encontraban entre los más fieros del mundo conocido. La batalla naval del cabo de Ecnomus, donde los ingenios de los enanos fueron decisivos, subió mucho la moral de las tropas. La posterior toma de Celtae, de nuevo en buena medida gracias a esos ingenios, nos hizo pensar que los nordrios podían ser derrotados por la pequeña Asha y sus aliados. Yo, como ashiano, nunca habría osado imaginar algo tan temerario.

Sonaron los cuernos, los alféreces empezaron a dar voces, debíamos prepararnos, coger las armas y formar con nuestros compañeros. Había muchos asustados, la mayoría no habían participado en una batalla. Rostros demudados a mi alrededor. Nos desplegamos en el centro de la inmensa línea de ataque. Las huestes de caballería de Asha y de las órdenes de caballería llegaban hasta donde alcanzaba la vista. Eso me levantó la moral. El jarl de Celtae dio un discurso que apenas pide oír. Los de la Orden de la Rosa pasaron al paso por nuestra izquierda, una imagen incomparable de blasones, caballos y metal. Parecían muy profesionales. A un grito de su líder, desconozco su nombre, empezaron a marchar a trote ligero, parecían ansiosos por entrar en combate. Me dieron mucho respeto esos tíos. Sé que están aquí como voluntarios y que tienen mucho resquemor por lo que le hicieron a los suyos en el día de los cuchillos largos de Celtae.

Una bruma ligera se retiraba lentamente, dejando ver las fuerzas del enemigo. Los nordrios nos esperaban protegidos por un río en su flanco derecho, y había un par de bosques en medio del inmenso campo de batalla. Parecían menos que nosotros, pero gritaban como salvajes. Sonaron los cuernos de la guerra por doquier, y nuestro flanco izquierdo se lanzó con decisión a por el enemigo. Allí estaban los de la Rosa y los idrios, y un contingente de duros enanos. Nosotros avanzábamos al paso, al ritmo que marcaba Orso. Oí los disparos de los ingenios de los enanos, no pude ver donde disparaban, esperé que hicieran mucho daño. A la derecha vi al Décimo de aprovisionadores internarse en uno de los bosques, unos mil enanos distintos de sus hermanos en hechuras y armamento. Protegían ese punto varias compañías de infantería, entre ellas la infantería pesada de la Rosa, que tanto valor mostró en la batalla naval de Ecnomus. El sonido de nuestra caballería era atronador, se oía por todas partes. En este punto oí el sonido inconfundible de los arcos al disparar, a izquierda y derecha. Una unidad de caballería ashiana recibió una lluvia de flechas, y caballos y caballeros caían al suelo con mucha violencia. No podía ver a los arqueros que disparaban.

Nuestro flanco derecho permanecía inactivo, esas noticias llegaban a gritos, que decían que parecían medirse con los rivales y se gritaban, pero no avanzaban. Después me enteraría que una unidad de carros de combate, jinetes y un enorme contingente de infantes amenazaba aquel flanco. Pero en nuestro flanco izquierdo avanzábamos casi sin oposición, aunque el cruce del río costó muchas vidas, muriendo ahogados muchos hombres y caballos. Algunos decían que el río se embraveció repentinamente cuando trataron de cruzarlo. El sonido que venía de aquel lado anunciaba muerte. Pero lo que más me asombró fue ver al líder de los de la Rosa separarse del grueso de su caballería con un grupo de leales e internarse en el bosque a todo galope en diagonal. Ese hombre tenía el valor de mil. Se me hinchó el pecho de orgullo por luchar junto a gente tan noble y valiente.

En el centro-izquierda la caballería nordria carga contra el jarl de Celtae, y algo raro ocurrió, pues los nuestros se baten en retirada. Pude ver al jarl pasar al galope a poca distancia gritando a los suyos, parecía enfurecido más que acobardado. No entendía que estaba pasando.

En ambos bosques se producían combates y escaramuzas que no alcanzaba a ver.  En el lado derecho al Décimo de Aprovisionadores no le debió ir muy bien, porque de ese bosque salieron, para espanto de muchos, unas criaturas monstruosas similares a árboles con piernas, y un montón de hombres enfurecidos y de aspecto terrible. Parecía que nuestra línea se iba a romper por allí. Sin embargo, en el lado izquierdo nuestra caballería que había cruzado el río flanqueaba al enemigo, y se enfrentaba a una hueste de semi-ogros acorazados, que aguantó la carga con fiereza. Los caballeros de la Rosa avanzaban por el centro, y un enorme contingente de caballería de los nordrios salió a cortarles el paso, pero tras caer los semi-ogros se verían atacados por el frente y por su lado derecho. Los de la Rosa se batían con una gallardía que nos hizo jalearles con orgullo. Su líder salía de bosque con su pequeño séquito a caballo y mataba a diestro y siniestro. Los ingenios enanos atronaban y las flechas arreciaban. Estábamos en el punto álgido de la batalla, donde se iba a decidir todo.

Un contingente pequeño de hombres-gato salió en apoyo de su caballería, los vimos moverse con velocidad endiablada. La melé era enorme y tenía a los de la Rosa, a los idrios, un contingente de caballería ashiano por los nuestros, y su caballería y a los hombres gato por otro lado. Un montón de hombres a pie, de aspecto tribal y salvaje, fue abatido en su huida desde el bosque a nuestra izquierda. Pedí informes a gritos del otro lado. Parecía que algunos de los nuestros huían por allí, infantería ashiana y la hermana del jarl de Rhin, asustados por los monstruos y los hombres bestiales, pero otros mantenían las filas, sobre todo los de la Rosa y su infantería pesada, que sufría muchas bajas. En ambos combates se decidiría todo. Hubo mucha matanza, y nosotros todavía no habíamos intervenido. Pero llegábamos ya, y al grito de Orso cargamos a los gatos. Trollek y Orso dieron ejemplo y nuestra gente se batió con bravura, matando a muchos. Un gato enorme lideraba a su gente, y con aquel nadie podía. Entonces sus líneas se rompieron. Los gatos huían, y a nuestra izquierda hacía lo propio su caballería.

Gritos de júbilo, un momento para mirar atrás  y ver que no asomaban ya apenas ninguna de esas criaturas enormes, sólo una en llamas que se tambaleaba, y los hombres bestiales se retiraban de vuelta al bosque, de donde seguían saliendo flechas. Pude ver el campo lleno de hombres y caballos tirados por doquier, atravesados por las flechas. Al menos 3.000 jinetes ashianos habían muerto sin llegar a ver al enemigo. De aquel bosque solo salía muerte. Nuestro flanco derecho seguía estático, gritando al enemigo que hacía lo propio.

Capturamos a muchos enemigos, entre ellos al rey gato y a otro rey de los bosques. Parecía una victoria en el centro, y su derecha no existía ya. Entonces del recodo de aquel bosque de la muerte surgió otra unidad de caballería, con el estandarte del mismísimo rey de Nordria. Por un momento parecía que nos cargaban a nosotros, pero en un último acto de heroicidad unos 80 caballeros de la Rosa les salieron al paso. Otra unidad de infantería nordria salía de su centro y recibía a los idrios y la caballería ashiana que quedaba. Parecían muchos aquellos nordrios, pero eran milicianos. Entrábamos en el final de la batalla. Quedaban pocas horas de luz, pero parecían suficientes para una victoria sin paliativos. Estábamos exultantes.

Por fin se producía movimiento en nuestra derecha, los nuestros eran cargados por sus carros de guerra y las líneas nordrias avanzaban, parece que las noticias de cómo iba la batalla les sirvieron de acicate y querían cambiar las tornas. El bosque del este seguía siendo inatacable y sus líneas eran muy sólidas al otro lado. El rey nordrio aniquiló a los pocos caballeros de la Rosa que quedaban, mientras sus milicianos morían a miles más atrás. Pero cuando parecía que las tornas nos eran más favorables, ocurrió lo impensable. El sol se oscureció, como tapado por algo, quizás fuera la luna. Se hizo la oscuridad y en la confusión los nordrios comenzaron a retirarse. La milicia de soldados nordrios, unos 4.000 hombres, se quedaron guardando la retirada por ese lado. Sufrieron muchas bajas y huyeron en desbandada. Por el otro lado, el bosque y su posición ventajosa permitió una retirada. Las huestes nordrias se internaron en el bosque profundo. Sin luz y con poca disposición a seguirles en terreno propicio para ellos, nuestros líderes dieron la batalla por terminada, resignados. Victoria, pero una victoria que nos sabía a poco.

Bajas Asha y aliados:

  • Más de 3.500 jinetes ashianos

  • Unos 700 jinetes idrios, la mayoría ahogados

  • Cerca de 700 caballeros de la Rosa

  • Unos 1.000 infantes de la Rosa

  • 900 del 10º de aprovisionadores enano

  • Unos 500 infantes enanos, la mayoría heridos

 

Bajas Nordria:

  • 1.600 de caballería, y el príncipe Haakon muerto

  • 1.800 milicianos 

  • 1.000 arqueros humanos

  • Unos 900 infantes elfos salvajes y 50 ucornos

  • 1.500 auxiliares del clan Inami. Su líder capturado

  • Unos 300 semi-ogros

  • Unos 500 submitas. Su líder capturado

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