Tierras de Saria
Ciudades y habitantes
El norte es un lugar frío, salvaje e inhóspito habitado por gente dura y poco civilizada. No se conocen sus ciudades, pero se sabe que en sus tierras hay muchas poblaciones humanas pequeñas, a veces rodeadas por empalizadas de madera. Sólo los busca-fortunas y los mercenarios más temerarios se internan en sus tierras. Se sabe que los sarios a menudo cruzan la frontera y capturan gentes para esclavizarlas.
Sus habitantes son rubios o pelirrojos y dejan crecer su melena y sus barbas durante toda su vida. Se dice que cortarle el pelo a un sario es una de las mayores ignominias que se pueden cometer sobre ellos. Algunos pocos sarios viven en las ciudades, en Zaria o en Navara, medio civilizados. Estos sarios suelen ser producto de alguna desgracia personal y han sido repudiados por los suyos.
Los sarios tienen muy poco que ver con otros pueblos y sus costumbres. Entre los dioses sólo cuentan aquellos a los que ven y de cuya ayuda se benefician de forma evidente: el dios del Sol, el dios del fuego y los volcanes, y la diosa de la Luna. De los otros ni siquiera han oído hablar.
Toda su vida consiste en cazar y adiestrarse para la guerra: desde pequeños se ejercitan en el esfuerzo y la resistencia física. Sus guerreros son excelentes jinetes y usan armas de hierro o acero, en forma de hachas, lanzas y espadas. Tienen por costumbre ir a la guerra acompañados por animales y criaturas extrañas, con los que mantienen, por lo visto, buena relación. Se lavan en total promiscuidad en los ríos y utilizan pieles o pequeñas zamarras de cuero, dejando al descubierto buena parte del cuerpo.
No practican la agricultura, y su alimentación consiste sobre todo en leche, queso y carne. Ninguno tiene una cantidad fija ni una extensión propia de campo. Los caudillos y jefes asignan las tierras cada año a los clanes y a las familias, y de un año a otro los obligan a trasladarse. Alegan para ello muchas razones: para que no cambien el ejercicio de la guerra por la agricultura, cautivados por las costumbres sedentarias que amilanan el espíritu y vuelven pusilánimes a los hombres; para que no pongan excesivo celo al levantar casas para protegerse del frío y del calor; para que no surja el ansia de riquezas, de donde nacen las banderas y los enfrentamientos internos; para mantener al pueblo en calma, al ver cada cual que sus bienes igualan a los de los poderosos.
Para estos pueblos la más alta gloria estriba en devastar y tener despejado a su alrededor un territorio lo más extenso posible. Piensan que lo propio del valor es que los vecinos se vayan expulsados de sus campos y que nadie se atreva a establecerse en las cercanías. Consideran al mismo tiempo que con ello estarán más seguros, una vez conjurado el miedo a un ataque repentino. Cuando un pueblo hace frente a la guerra que le han declarado, o bien la provoca, se escogen caudillos que asumen la dirección de esta guerra y tienen derecho de vida y muerte.
Gobierno e historia reciente
Se gobiernan mediante señores de la guerra, caudillos y en general grandes guerreros que se imponen por la fuerza, pero éstos raramente llegan a liderar grandes huestes. Si lo hacen, es probable que crucen la frontera y caigan sobre alguna ciudad del sur para saquearla. En el 680 saquearon la ciudad de Navara, y en el 892 llegaron hasta Ipsi y la redujeron a escombros. No son los únicos casos, pero si los más recordados. Por otro lado, a menudo se enfrentan entre ellos en luchas tribales.
En tiempos de la expansión nasda se les atacó varias veces, a menudo con éxito, pero lo inhóspito de sus tierras es su mejor defensa. En la época de las Ligas se contentaban con mantenerlos a raya.
Sus tierras no han sido cartografiadas ni en los tiempos más florecientes, y se tienen como un lugar extraño y peligroso.
Idiomas y cultos
El sario, un idioma humano (común a todas las tribus nórdicas) es el idioma de estas gentes, siendo el navaro un idioma conocido por unos pocos de entre las clases altas como herramienta para negociaciones e intercambios, y muy usado en la redacción de los pocos documentos y contratos que puedan hacer.
Los cultos son los mencionados anteriormente: el dios del Sol, el dios del fuego y los volcanes, y la diosa de la Luna.