Guardia sartarosiana
A finales del siglo cuarto algunos de los mercaderes navaros tenían la costumbre de escoger entre los sartarosianos una fuerza privada de soldados para servir como guardias de la tienda o escoltas de su persona durante sus viajes, fuerza que consistía en unos pocos soldados, pero nunca una unidad entera de infantería. La primera noticia convenientemente documentada que hay de tal cosa es del año 409, en el que un gnomo navaro inmensamente rico, de nombre Piblo, marcha hacia Zenda con su impresionante escolta formada por quinientos "amigos", la mayoría de origen sartarosiano. Poco antes de la rebelión zenda de ese año, Piblo se vio obligado a viajar hasta allí para atender sus negocios, conocedor de la situación caldeada que se vivía en la región tras la prohibición por parte del arconte nasda de los juegos de exhibición zenda. La historia habla de amigos, pues como mercader en tierra extranjera era impensable que desembarcara un ejército, privado o no, en un territorio bajo influencia nasda, y cuando desembarcó su contingente en Zendail, así los llamó Piblo: mis amigos. Todo apunta a que le debieron dejar bajar de los barcos con sus "amigos" porque sobornó a muchos funcionarios. Sus quinientos guardias fueron decisivos durante la rebelión que estalló al día siguiente de la llegada de Piblo, enfrentamiento que se dio en las calles de Zendail en una lucha sin cuartel. La rebelión fue apaciguada y la prohibición de los juegos de exhibición zenda se mantuvo. Piblo no tuvo buen recibimiento en Navara a su vuelta, pues se le consideró traidor a la causa, y se le acusó de pensar primero en sus intereses antes que en los asuntos del estado, pues ya se veía a los nasda como un potencial enemigo tras la creación de su Liga pocos años antes. Piblo fue desterrado de Navara, y despojado de la mayoría de sus bienes, incautados por el estado. Tras este revés del destino, Piblo viajó a Sartaros con buena parte de sus amigos, donde dejó huella en la historia, fundando los cuarteles de la Guardia Sartarosiana. En el centro del edificio principal todavía se conserva una estatua del pequeño Piblo, sonriente, sosteniendo en sus manos una placa en la que se puede leer "amigo" en burz, el idioma local.
El cuartel de la guardia sartarosiana hoy en día es un lugar donde se pueden reclutar mercenarios y escoltas, no un ejército pero si uno o varios soldados, sean medio orcos o medio ogros. Estos guardias son entrenados desde la niñez y los vendedores aseguran son leales hasta la muerte. Seguro que no es tan bonito como lo pintan, pero suelen ser bastante efectivos y, en cualquier caso, muy caros, pues se compran de por vida. La relación con el escolta no es de amo y esclavo, sino más bien de cliente, y han de garantizarse unas condiciones mínimas al escolta, o éste puede abandonar a su cliente (cuyo nombre se tatúa en el pecho del escolta, por cierto). Estas condiciones son:
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Paga semanal al escolta, según lo acordado con el cliente
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Manutención completa (cama y comida)
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Un día de asueto a la semana
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Pago de los costes médicos que puedan derivar de los servicios prestados
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Pago del equipo de trabajo necesario y mantenimiento del mismo (armas y armadura no incluidos)